El objetivo de este vídeo es servir de advertencia a los europeos que se preocupan por la salud de sus ciudadanos, la resiliencia de sus comunidades, el destino de sus servicios públicos y la protección de sus recursos naturales.

 

En 1989, Canadá y Estados Unidos firmaron el Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y Estados Unidos (CUSTA). En 1994, ambos países y México firmaron el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Ambos acuerdos marcan la pauta de la nueva generación de acuerdos comerciales bilaterales y regionales y han creado un modelo que sigue siendo aceptado con fuerza por la mayor parte de los gobiernos.

Con el CUSTA, Canadá perdió gran parte de sus plantas de fabricación cuando las empresas estadounidenses cerraron sus fábricas en Canadá para transferirlas a otros países. Canadá cedió también el control regulador de sus reservas energéticas. El NAFTA introdujo una nueva disposición, la resolución de controversias inversor-Estado (ISDS), según la cual las empresas de estos tres países pueden demandar a sus gobiernos mutuos por cambios en la legislación, políticas o prácticas que puedan dañar los resultados financieros de las empresas.

El legado del NAFTA está vivo y bien presente en la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos y en el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) entre la UE y Canadá. Aunque ambos acuerdos promueven el comercio de formas nuevas y diversas, ambos incluyen disposiciones para el ISDS que son especialmente polémicas en Europa.

Como resultado del NAFTA, Canadá es el país del mundo desarrollado más afectado por las disputas inversor-Estado y los canadienses tienen una historia importante que compartir con los europeos en su lucha contra el TTIP y el CETA. El objetivo de este informe es servir de advertencia a los europeos que se preocupan por la salud de sus ciudadanos, la resiliencia de sus comunidades, el destino de sus servicios públicos y la protección de sus recursos naturales.

El objetivo de este vídeo es servir de advertencia a los europeos que se preocupan por la salud de sus ciudadanos, la resiliencia de sus comunidades, el destino de sus servicios públicos y la protección de sus recursos naturales.

 

En 1989, Canadá y Estados Unidos firmaron el Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y Estados Unidos (CUSTA). En 1994, ambos países y México firmaron el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Ambos acuerdos marcan la pauta de la nueva generación de acuerdos comerciales bilaterales y regionales y han creado un modelo que sigue siendo aceptado con fuerza por la mayor parte de los gobiernos.

Con el CUSTA, Canadá perdió gran parte de sus plantas de fabricación cuando las empresas estadounidenses cerraron sus fábricas en Canadá para transferirlas a otros países. Canadá cedió también el control regulador de sus reservas energéticas. El NAFTA introdujo una nueva disposición, la resolución de controversias inversor-Estado (ISDS), según la cual las empresas de estos tres países pueden demandar a sus gobiernos mutuos por cambios en la legislación, políticas o prácticas que puedan dañar los resultados financieros de las empresas.

El legado del NAFTA está vivo y bien presente en la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos y en el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) entre la UE y Canadá. Aunque ambos acuerdos promueven el comercio de formas nuevas y diversas, ambos incluyen disposiciones para el ISDS que son especialmente polémicas en Europa.

Como resultado del NAFTA, Canadá es el país del mundo desarrollado más afectado por las disputas inversor-Estado y los canadienses tienen una historia importante que compartir con los europeos en su lucha contra el TTIP y el CETA. El objetivo de este informe es servir de advertencia a los europeos que se preocupan por la salud de sus ciudadanos, la resiliencia de sus comunidades, el destino de sus servicios públicos y la protección de sus recursos naturales.